miércoles, 26 de febrero de 2014

W. C. Fields - El Malabarista Excéntrico


Desde mucho antes de dedicarse al cine W. C. Fields durante años se dedicó al malabarismo en espectáculos que le llevaron no sólo por todo Estados Unidos y Europa, España incluida, también llegó a actuar en Sudáfrica o en Australia. En los carteles a veces apareció con el título "The Eccentric Juggler" o "The Tramp Juggler" y fue reconocido como uno de los mejores y más famosos malabaristas-comediantes de su época. De entre todas las películas que se conservan de su filmografía, algunos títulos de su época en el cine mudo permanecen perdidos sin aparente posibilidad de rescate, sólo unas pocas de ellas contienen momentos donde se puede disfrutar de sus tremendas habilidades, una es en Her Majesty Love, donde se le puede avergonzando a su hija en su fiesta de pedida al hacer malabares con platos y manzanas después de perder los papeles con la bebida.


Pero es en The Old Fashioned Way donde se incluye un reflejo de lo que fueron sus actuaciones hasta que decidió emprender el camino hasta convertirse en uno de los cómicos definitivos de Hollywood. Esa película, aparte de una de mis favoritas de todas las que hizo Fields, es bastante autobiográfica, con un guión en parte a cargo del propio actor (solía firmar en los guiones con seudónimos absurdos de su onda, tipo Charles Bogle, Mahatma Kane Jeeves o Otis Criblecoblis), en ella vemos a The Great McGonigle y su espectáculo ambulante de variedades buscándose la vida de pueblo en pueblo y aprovechándose de todo el que tiene la poca fortuna de cruzarse en su camino. Es una maravilla verle al final del film haciendo malabares con pelotas o con cajas de cigarros, todo un espectáculo, a pesar de que cuando se rodó The Old Fashioned Way ya había perdido parte de sus habilidades, en parte por su edad y en parte por su alcoholismo. Mientras se dedicó exclusivamente al vodevil nunca había bebido alcohol y de hecho, a pesar de lo que se pueda creer, la bebida no fue una de sus aficiones hasta que cumplió 35 años, cuando descubrió que su organismo toleraba bastante bien la ingesta masiva de alcohol. Aunque en este film no se haga especial referencia al alcohol no es extraño pensar que, viniendo de Fields, el título puede tener doble sentido por lo del cóctel de bourbon Old Fashioned, el cómico siempre le buscaba todas las vueltas posibles a cualquier situación.


También tenemos esta participación procedente de un programa instructivo a cargo de uno de los mejores golfistas de todos los tiempos en el que Fields hipnotiza y divierte un rato a sus amigos con pelotas de golf y con su humor. 


En muchas de sus películas podemos disfrutar de otras de sus muchas habilidades, en las que pone su pericia, su humor y su talento para jugar, o no llegar a jugar, al ping-pong, al golf o al billar, con números que fue perfeccionando a lo largo de los años y de los cuales resulta muy difícil cansarse de visionarlos. Que se le diera especialmente bien cualquiera de las cosas que se pueden hacer en los bares, aparte de beber, como las cartas o el billar, puede tener mucho sentido en alguien como él, pero lo cierto es que uno se pregunta si este extraordinario hombre se encontró a lo largo de su vida con algo que no pudiera hacer o que se le diera mal. 

lunes, 24 de febrero de 2014

The Robert Cray Band - Strong Persuader (1986)


Ahora que falta poco para que Robert Cray saque otro disco he estado escuchando algunas de sus primeras grabaciones, aunque es algo que nunca haya dejado de hacer, la discografía de Robert es sólida como pocas, llena de discos sacados a un ritmo constante pero sin agobiar, y sin perder la magia que sale de su garganta y la elegancia de su guitarra, y con los pies en el suelo tratando temas como la guerra de Irak o la crisis económica. Una carrera consecuente, con unos discos más inspirados que otros pero sin perder nunca su identidad, que rehuye cargar cada entrega con versiones y que prefiere el material propio. Para el próximo, In My Soul, vuelve a contar con Steve Jordan a la producción, con lo que se adivinan sonoridades algo más opacas y secas que en sus anteriores entregas. 

Para mí Strong Persuader marcó mi punto de contacto con un músico que desde entonces siempre ha estado ahí, facturando discos excelentes y con un directo que es garantía de estar viendo a alguien que no sólo es sinónimo de buen hacer, es que creo que pocos guitarristas o cantantes pueden haber a su altura, y encima en su caso es alguien que tiene esas dos cualidades, lo que le convierte en alguien totalmente excepcional. Durante mucho tiempo los fans de Cray estuvimos muy necesitados de material en vivo, parecía increíble pero hasta la edición de Live From Across The Pond en 2007 nos teníamos que buscar la vida con material pirata, pero desde ese doble cd en directo cayeron un recopilatorio de sus conciertos del 88 y el 91 en la BBC y un estupendo cd/dvd, Cooking In Mobile. Con Robert Cray resulta hasta sorprendente como van pasando los años y no ha perdido nada en el toque y su voz sigue siendo tan majestuosa como siempre, con ese apasionamiento tan negro y jondo. 

Puede que Strong Persuader no sea mi favorito de Robert, pero es que el nivel de su obra es tan homogéneo que realmente resulta difícil elegir un disco por encima de otro. Sigo teniendo la edición vinilo que compré creo que en el 88, época en la que ya me estaban interesando otras apuestas alejadas del rock, y por supuesto que un disco como este caiga en tus manos te ayuda a seguir investigando otros estilos. Como punto negativo de ese vinilo hay que decir que era la típica edición española, bastante chapucera, vinilo ligerito y sonido cutrillo, por lo que pronto cayó la edición cd americana, que tampoco es que sea una maravilla precisamente, pero la música de Strong Persuader es tan buena que puede con la mediocridad de esas ediciones. Este disco no sólo marcó la absoluta madurez de Robert, voló muy alto en el Billboard, le puso en la portada del Rolling Stone y sus videoclips se codeaban en la MTV con cualquiera de las estrellitas de la época. Ahora puede parecer increíble pero entonces se podía ver en la MTV a artistas tan brillantes y elegantes como Robert. Para mí todo eso de la repercusión que tuvo este disco en su momento no es algo que me haga valorarlo más, pero si que es muy significativo, y por eso tampoco es que me sorprenda tanto cuando un disco como Southeastern de Jason Isbell, por ejemplo, se convierta en la sensación de las listas de discos más vendidos actualmente, que están plagadas de los esclavos del Pro Tools, el Auto-tune y vestuario de pésimo gusto. 

El inicio del disco contiene su material más asequible para todos los públicos: Smoking Gun, Right Next Door, Nothing But A Woman o I Guess I Showed Her, temas con ese estilo tan propio de Robert, tan innovador en su momento como difícil de definir, material que parte tanto del blues como del funk y del soul, algo que le ha llevado a ser despreciado por los puristas más recalcitrantes del blues, pero algo que obviamente no ha evitado la realidad, y es que Robert no sólo ha creado escuela, también ha sido venerado por tipos tan grandes como John Lee Hooker, B.B. King, Eric Clapton o Albert King, gente que sin los complejos que si padecen mucho forofo ilustrado de mentalidad estrecha. Para la parte final del disco están los temas más oscuros y más tirando al blues, eso sí, todo con el sello Cray: Foul Play, I Wonder o New Blood. Una maravilla de disco por el que no pasan los años, algo que también pasa con él mismo, y es que mirando sus fotos más recientes para nada parece un tipo con 60 tacos ya cumplidos, y es que eso de ser de lo mejor, tanto a la guitarra como a la voz, debe ser algo que detiene el paso del tiempo.




viernes, 14 de febrero de 2014

W. C. Fields - El Actor


En cierta ocasión John Barrymore llegó a decir de W. C. Fields que era el mejor actor que había visto en su vida. Barrymore y Fields aparte de entusiasmados aficionados por el alcohol eran íntimos amigos, de acuerdo, pero lo cierto es que aunque ese comentario de Barrymore pueda parecer descabellado para quien se acerca a la obra de Fields por primera vez verle en un film como David Copperfield lleva a entenderlo mejor. Hasta su participación en la adaptación del clásico de 1935, con George Cukor a la dirección, prácticamente todo lo que W. C. Fields había hecho en la gran pantalla fue interpretarse a sí mismo, o más bien a ese personaje que había creado, el misántropo y estafador incorregible, el terror de las clases altas y de los vecindarios cotorras. Aunque llegó a actuar en películas mudas de D. W. Griffith, como Sally Of The Sawdust, el guión de esta era en realidad una adaptación de Poppy, una obra escrita por el propio Fields que representó con gran éxito en Broadway y que años más tarde tendría su versión sonora para el cine bajo el título original. Puede parecer arriesgado destacar lo que hizo Fields en David Copperfield sabiendo que en primera instancia era Charles Laughton quien iba a interpretar a Wilkins Micawber. No hace falta recordar quien fue Laughton; aparte de la pesadilla de Hitchcock, que llegó a decir que odiaba trabajar con niños, perros y Charles Laughton, el actor británico pasa por ser uno de los actores definitivos de la historia del cine, con papeles como los de Testigo De Cargo o Espartaco, actuaciones de un nivel estratosférico. Pero no sólo eso, lo cierto es que David Copperfield de George Cukor está plagada de actores y actuaciones memorables, Lionel Barrymore o Elsa Lanchester entre otros, por lo que lo conseguido por Fields es más meritorio aún. 


Viendo a Fields en David Copperfield nadie se acuerda de Laughton, ni de nadie más, brilla sin dejar de ser él mismo en un papel que parece que Dickens hubiera escrito sabiendo que algún día alguien como Fields iba a interpretarlo. Ese Micawber es un personaje que puede parecer muy cercano a lo que Fields llevaba haciendo desde hacía tanto tiempo: dueño de una bodega que debe tanto dinero a tanta gente que termina siendo expulsado de Londres. Por supuesto que Fields era una gran conocedor y admirador de la obra de Dickens, así que no es difícil entender la naturalidad del actor a la hora de dar vida a Micawber. Da igual el acento tan americano de Fields, encaja perfectamente y cuando estás viendo una actuación tan sobresaliente su peculiarísima forma de hablar deja de parecer importante. Que metiera en su actuación parte de su repertorio personal puede parecer una imposición, bienvenida sea, pero aun así no pudo conseguir que le dejaran usar su propia variación de "maldita sea": "Godfrey Daniels", pero de todas formas verle exclamando en su lugar "Shadow of Nicodemus" con tanta convicción vale mucho. La parte negativa de su participación es que a pesar del éxito obtenido por David Copperfield el comediante no puso especial interés en continuar ese camino, llegando a rechazar El Mago De Oz por temas económicos. Una lástima, habría interpretado los cinco diferentes papeles que haría Frank Morgan. Se dice que Fields se subió a la parra pidiendo lo que no estaba en los escritos. Otra decisión también a lamentar fue la de negarse a hacer Cuento de Navidad, la versión dirigida por Edwin L. Marin en 1938, quizás la mejor de todas cuantas se han rodado de la novela de Dickens, hubiera tenido al fenomenal Gene Lockhart como compañero de reparto. Fields aceptaba pero con la condición de que cambiaran el guión para que su personaje fuera más de su cuerda, quería que el avaro Ebenezer Scrooge no se remidiera al final de la película, algo que por supuesto era inaceptable, pero así era Fields. A pesar de que es lamentable no haberle podido ver en dos películas tan estupendas, en unos personajes con los que pudo haber arrollado, sólo se puede sentir respeto por alguien tan leal a sus convicciones, se compartan o no. Con el mundo plagado de seres que son sólo pura pose W. C. Fields fue alguien con actitud, rock'n'roll sin artificios. Como dijo Groucho Marx durante una entrevista en los 60's: "Si Fields viviera en esta época se tiraría la mayor parte del tiempo arrestado".



miércoles, 12 de febrero de 2014

Ray McKinnon - Cineasta de talento, singular y brillante


Mi primer encuentro, que recuerde, con el trabajo de este actor, director, escritor y productor fue de la mano de Deadwood, esa enorme serie de la HBO que lanzó a la gloria al enorme Ian McShane y a ese personaje inmortal por su dureza y su inteligencia a partes iguales, su Al Swearengen triunfó debido a su mordacidad, su vocabulario lleno de "cocksuckers" por todas partes y un instinto de supervivencia que puede con todo. De entre todos los personajes secundarios McKinnon y su reverendo Smith era uno de los que aportaba algo que ayudó a que la serie fuera tan especial. Personaje delirante, un predicador rodeado de criminales, prostitución, juego, alcohólicos y tipos de la peor calaña, un hombre excéntricamente místico y aquejado de convulsiones por un tumor cerebral que en manos de McKinnon adquiere un surrealismo y una humanidad tan incómoda como digna. Una actuación quizás algo pasada de vueltas en ciertas ocasiones, pero una de las que perdura en la memoria junto a la de McShane. De todas formas, McKinnon ya había actuado en una enorme lista de films, incluyendo O Brother!


Andaba Sons Of Anarchy por la cuarta temporada, buena serie a la que quizás le sobren muchas cosas para que pueda estar al mismo nivel que Deadwood o Los Soprano, pero en esa temporada se cuenta con McKinnon para dar de vida a un personaje que se convierte en una de las mejores cosas que le han pasado a la serie, junto a Katey Sagal y su interpretación de Gemma, madura, sexy y con mala hostia a partes iguales. La actuación de McKinnon dando vida a un fiscal que busca las cosquillas de todo Dios es más brillante aún de lo que esperaba. Su presencia, su entonación, sus pausas, su lenguaje corporal y su intensidad dota a Lincoln Potter de un interés que no tiene la mayor parte de la serie. Una actuación fantástica, de autor, que en manos de otro actor ese personaje hubiera sido otra cosa. McKinnon es único y ofrece cosas que sólo él puede. Delirante es el final de su participación en la serie, todo un homenaje a sí mismo y a sus seguidores.


Pero en realidad McKinnon es mucho más que un excelente secundario, tiene una trayectoria a sus espaldas marcada por la independencia y la convicción en todo lo que hace. En 2001 ganó una estatuilla por su corto The Accountant, una comedía surrealista, o una denuncia de la absurda sociedad actual, como se quiera, pero Ray dirige, escribe e interpreta maravillosamente en esta extraña historia al contable más divertido, absurdo y cervecero de todos los tiempos. Una historia de humor sureño norteamericano que pone el dedo en la llaga. Llegó a contactar con Drive-By Truckers para usar su música en el corto, aunque finalmente no llegó a usarla, pero dice McKinnon que la música de los Truckers cambió su vida y además de ser amigo de la banda ha llegado a emplear su música en películas como Chrystal y That Evening Sun.


Chrystal, con McKinnon como director, guionista y como actor, secundando a todo un Billy Bob Thorton en plenitud y en una de sus interpretaciones marca de la casa que encuentra como insólita horma de su zapato a un McKinnon en su onda más desfasada pero sin dejar de satisfacer a sus seguidores. Chrystal es otra obra tan personal como The Accountant, con el sur profundo estadounidense como escenario de redención entre una fauna de lo más pintoresca, una película pausada pero llena de intensidad.


Otra de sus buenas participaciones como actor secundario se puede encontrar en otra obra tan sureña como personalísima, Mud de Jeff Nichols, otro director con especial predilección para un tipo de cine con parámetros parecidos a McKinnon aunque con una onda algo menos psicodélica dentro de un ruralismo con toques kafkianos. Hay que decir que en Mud además tenemos a la redención de un actor tan denostado como Matthew McConaughey, que también tiene en la serie True Detective otra muestra de un talento que antes parecía inexistente.


Lo más reciente de McKinnon es su labor como creador de una serie tan personal y desasosegante como Rectify, con una estupenda primera temporada llena de una calma tensa que corta el ambiente como un cuchillo, un prodigio extraño por lo original y la temática, que es difícil de predecir hacia donde se dirige con otra historia de redención dentro de una sociedad escrutadora que no da respiro al protagonista.